XXI: Juliana, la vecina
A Juliana le gustaba escuchar a Simon & Garfunkel cuando estaba deprimida. En especial The Boxer , y en el colmo de su desgracia cantaba el coro a grito herido. "Lie la lie!". No se si escuchaba a Simon & Garfunkel cuando se deprimia, o se deprimía cuando los escuchaba, pero para el caso da igual. Todo empezó el día que ella llegó a preguntar por el apartamento que estaba vació en el edificio, precisamente aquel que estaba frente al suyo y que había estado deshabitado por varios meses. La señora que vivía allí lo había habitado de la misma forma en que dejó de hacerlo, silenciosamente, sin que nadie notara su existencia ni por su presencia ni por su ausencia. Carlos solo se había tropezado a su vecina un par de veces, y todas ellas había sido la misma imágen de la señora entrada en años y en canas, acompañada por sus dos gatos, con una bolsa de papel en la que traía el mercado de la tienda de la esquina, de la que se asomaban el apio y la cebolla larga (probablemente